Amar-me.
Hace
unos meses entré en una relación con una persona que desde el principio
estableció que no estaba abierto a generar un compromiso. Al principio me
sentía cómoda con la situación y no me generaba ruido, los encuentros empezaron
a ser más seguidos y constantes.
La
relación, desde mi punto de vista, estaba creciendo y cada día me entregaba
más. Me fui ilusionando, y empecé a sentir lo que yo creía llamar “amor”. Aunque él seguía diciéndome que no quería una
relación de noviazgo, yo buscaba señales positivas en cualquier mínimo gesto.
Fui aferrándome y el hecho de que esa persona se quedara a dormir en casa
varias noches seguidas, que me empezara a presentar a sus amigos y que me
abrazara dulcemente me hacía sentir que estábamos cada vez más cerca.
Dicen
que el amor es ciego, y definitivamente, en este caso lo fue. Yo hacía caso
omiso ante sus desplantes, su falta de detalles y la comodidad que le
procuraba mi incondicionalidad ante él.
Siempre
estaba dispuesta para él, asumiendo sus actos negativos como cosas que “podría
cambiar”. Muchas veces me repetí a mí misma que el amor es tolerar, entender,
comprender, aprender, y basada en eso, tergiversaba el significado de esas
palabras.
Hice
listas en las que escribía lo positivo y lo negativo de la relación y siempre
inventaba motivos para seguir creyendo. Tuvimos una temporada de “luna de miel”
donde todo parecía funcionar a la perfección, yo hacía oídos sordos a los
evidentes síntomas de su falta de compromiso, no sólo conmigo, sino con la vida
y sus propios proyectos. Seguía pensando que todo podía cambiar.
A
veces el precio que pagamos por no estar solos resulta muy alto.
La
sociedad nos ha inculcado que tener una pareja nos hace más aceptables, más
bendecidos, más adecuados. Ser solteras después de los 30 muchas veces viene
acompañado de preguntas y comentarios por familiares y hasta desconocidos como:
- ¿Y por qué estás sola si eres una
mujer bonita e inteligente?- - ¿No piensas tener hijos? El reloj biológico no
se detiene- - ¿Qué es lo que haces mal para no tener un hombre a tu lado?- Y
así, continuamente nos vemos expuestos a una serie de prejuicios que muchas
veces solo nos hacen consolidar que algo mal sucede con nosotros/nosotras; que
no somos lo suficientemente buenos para estar con alguien, que tal vez
estaremos solos toda la vida y así, millones de pensamientos que solo
incrementan nuestra baja autoestima.
Luego
de una serie de situaciones, terriblemente dolorosas, en las que el maltrato
era un lugar común, empecé a pensar por qué estaba en esa situación y a
concientizar que no era la primera vez que me encontraba en una relación
tóxica, donde la infelicidad era el condimento de todos los días. Angustia, celos, miedo, temor, inseguridad,
pérdida de la dignidad, llamadas, mensajes, palabras que solo ahuyentaban el
equilibrio y la tranquilidad eran los ingredientes de mis últimas relaciones.
No
sé en qué momento me convertí en adicta a las relaciones desastrosas y entre
una lectura y otra, conversaciones, investigación y retrospección, me di cuenta
que el factor común en esas relaciones era yo.
Es
doloroso asumir que no sólo el otro es quien genera las situaciones negativas,
sino que uno elige y se expone a ese tipo de relaciones.
El último capítulo de mi última relación fue doloroso, pasó
de ser una discusión para ser un episodio en el que la agresividad se hizo
presente, y entonces entendí, que definitivamente necesito un cambio.
Lo primero que asumí es que yo tengo mi vida en mis manos y
soy yo quien se pone en esos lugares que nunca debí permitir. Ante el primer
indicio de “malquerer” uno debe alejarse y seguir su camino. Ante frases y
gestos que te indican que esa persona no te quiere, uno debe parar en seco y no
permitir que avance más. Mientras más tiempo pasa es más difícil dejar de
aferrarse a la idea de que esa relación puede funcionar. Sin embargo,
escribirlo es fácil y teorizar sobre ello resulta bastante simple, pero
llevarlo a cabo es una tarea que requiere de muchísima fuerza de voluntad,
análisis y sobre todo, amor propio.
No voy a decir que en este momento me encuentro bien, no, al
contrario, estoy pasando por un duelo, el duelo de una relación que no me hacía
bien, pero el duelo más fuerte es el duelo conmigo misma, darme cuenta que
dentro de mí habita una yo tóxica, destructiva y que a pesar de tener muchos
avances en diferentes planos de mi vida, éste resulta un hábito difícil de
cambiar, que mi autoestima es baja y que me da miedo estar sola, he llorado, me he sentido terrible y he tenido
muchísimas ganas de recaer en esa situación a la que estoy tan acostumbrada.
Muchas veces nos “hacemos los locos” y disimulamos,
excusamos, argumentamos acciones que son muy evidentes vistos desde afuera; cuando uno está dentro del huracán sólo se
está moviendo dentro de él y no puede salir a verlo con serenidad.
Dicen que los cambios provienen de la toma de decisión, y mi
decisión ahora es seguir trabajando en mi autoestima, alejarme de cualquier
cosa parecida a una relación, hasta que no me sienta lista para poder emprender
otro camino que no sea el de seguir buscándome a mí misma, encontrar mi amor
propio, deslastrar la dependencia emocional y sobretodo alejarme del maltrato.
Muchos de nosotros aprendimos de pequeños que el amor era ser maltratado, por diversos
motivos, porque nuestros padres no tenían otras herramientas y porque nuestros
vínculos de la infancia no resultaron sanos. Una de las cosas que estoy
empezando a comprender es que uno ya no es ese niño sumido en un rol en el que
todo lo que sucede alrededor está fuera
de nuestra comprensión, y que ahora tenemos la oportunidad de generar cambios,
de buscar nuestro bienestar, de aprender que –frase trillada y muy cierta – hay
que amarse a uno mismo para encontrar el amor, es una verdad a la que,
afortunadamente, no debemos escapar.
Pues bien, ahora pondré foco en recuperarme de esta adicción,
concentrarme en lo que me genera bienestar, apoyarme en mis afectos positivos,
descubrirme en solitario y por sobre todas las cosas emprender ese camino en el
que lo que realmente importa, es aprender a respetarme y a quererme.
Mirarme al espejo y repetirme cada día que soy lo más importante de mi vida, que debo generar cambios positivos y que aunque no es una vía fácil, seguramente, después de enfrentar esa batalla conmigo misma, lo único que puedo perder es la costumbre de vivir sin ser feliz.
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